Entorno: Verde | Narración y diálogos: Morado | Acciones: Azul |
Título: "Tinieblas del Alma: El Trágico Adiós de Aidana"
El sol de la mañana encandilaba las calles de Los Santos. En un apartamento modesto pero muy cómodo, se encontraba Aidana, sentada en una silla mirando hacia su ventana, mirando el entorno.
Aidana observaba el paisaje de la Ciudad de Los Santos, con la mente sumida en una tormenta interna, un sufrimiento interno. Sus pensamientos malos sobre ella misma la envolvían en dolor y desesperación
Con sus manos firmes, Aidana se puso de pie de la silla y se levantó a caminar hacia el baño. El brillo del filo de un cuchillo brillaba sobre el lavabo del baño mientras Aidana lo agarraba con firmeza.
Sin dejarse de tonterias, Aidana levantó la navaja, con firmeza y la presionó contra su muñeca izquierda, haciendo una fuerza para dejar una herida grave ahí. Luego, un gemido ahogado escapó de sus boca mientras la hoja de el cuchillo cortaba su piel.
Aidana: (susurra para sí misma) No puedo soportarlo más... no hay salida...
Una lágrima solitaria recorre su mejilla mientras aprieta con más fuerza la navaja.
Aidana: (con voz quebrada) Lo siento... lo siento mucho...Una lágrima solitaria y llena de dolor interno recorrió su mejilla, mezclándose con las gotas de sangre que brotaban de su herida mientras ella hacía mas presión con la navaja dentro de su herida. El dolor era muy fuerte, pero era un dolor que estaba dispuesta a soportar si eso significaba encontrar la paz que tanto buscaba.La escena se desvanece en el silencio, dejando solo el eco de un destino trágico y la promesa de un dolor insondable. La debilidad comenzó a apoderarse de su cuerpo, sus piernas temblaban y su visión se nublaba poco a poco. Con un último suspiro, Aidana se dejó caer al suelo, su mano aferrada aún al cuchillo.
El brillo metálico del cuchillo en su mano y la herida mortal en su muñeca izquierda contaban la historia de su desesperación final.
El agua del grifo aún goteaba en el lavabo del baño, como un eco de la vida que ya no latía en aquel cuerpo . En ese sombrío rincón del mundo, Aidana yacía en silencio, su cuerpo ahora libre del dolor que tanto la atormentaba, pero dejando atrás un vacío abrumador y una sensación de pérdida irremediable.
El cuerpo de Aidana fue llevado a su descanso final. Aunque su sufrimiento había terminado, su partida dejaba tras de sí una estela de preguntas sin respuesta y un dolor que perduraría en el corazón de quienes la conocieron.